Desvariando

Friday, April 25, 2008

POR EL DÍA DEL IDIOMA ESPAÑOL


Escribir por el día del idioma…y tal como le ocurre a más de un hijo ingrato que olvida el cumpleaños de su papá o de su mamá y acude a la manida disculpa del “todos los días son…etc.” debo confesar que no tengo muy en cuenta este día de conmemoración y digo que confieso, pues las culpas se confiesan, porque me produce un sincero sentimiento de culpa el no tener más que mis pocas y cortas palabras para expresar un desagravio a nuestra lengua materna.

Pienso en un desagravio —abundo— necesario, pues además de someterlo al vejamen del intencional olvido (al considerarlo anticuado en muchas de sus ricas expresiones), además de propinarle el escarnio del desprecio (al preferir expresiones extranjeras más “prácticas”) lo sometemos al maltrato del descuido (por los “horrores” de ortografía) a la más burda mutilación (en la malhadada moda de los jóvenes “celularizados” en sus mensajes de texto) y también a la denigrante mezcla con fonemas mal aprendidos de otros idiomas, obteniendo resultados horrorosos como el bastardo “spanglish”.

Es cierto que tratándose de un idioma vivo tiene que sufrir (nunca más apropiado el término) transformaciones, adiciones, actualizaciones y adecuaciones pero estoy convencido que éstas deben coadyuvar al propósito original de la Real Academia de la Lengua Española, de la que se decía que su accionar “limpia, fija y da esplendor” al idioma, por supuesto. Algún desprevenido pensará que eso es más un atributo de líquido detergente que el correspondiente al esforzado meditar de personas racionales que aman su peculiar forma de expresión, que la cuidan y la acunan cual criatura que renace permanentemente, criatura a la que anhelan ver crecer sana y vigorosa, sin tachas ni defectos.

Por ello es que, amado idioma, quiero aprovechar el día especial para decir con profunda convicción que de todas las bellas expresiones sonoras que el hombre tiene en este mundo, es la lengua española, sin duda alguna, la más bella y la más dulce, la más completa y la más apropiada para darle etéreo cuerpo al Amor.

Cuando pienso en sus múltiples bondades, cuando contemplo sus abundantes y muy ricos frutos, cuando me deleito en las caricias de sus sonidos no puedo más que darle gracias al sabio Dios por esta posibilidad que nos diferencia de las otras criaturas y que nos permite comprender porqué a El y sólo a El, nuestro Señor Jesús, podíamos llamarle el Verbo Encarnado.