PARA CONTINUAR EN EL AMOR....
Recientemente hice un "descubrimiento", lo pongo así porque tal vez para una mente más avizora mi novedad no lo sea, o le parezca tan obvio que no merezca ese calificativo. Al leer el evangelio de S. Juan, en el capítulo 13, se encuentra ese precioso pasaje donde el Señor Jesús manda que nos amemos unos a otros; se conoce esta porción de la escritura —que va del versículo 31 al versículo 35 del capítulo citado— como "El Nuevo Mandamiento".
Al ser un mandamiento expresado por el mismo Señor y en el marco del Nuevo Testamento, tiene para mi una especial connotación, que me hace pensar en que este mandamiento nuevo no sólo se añade al conocido decálogo del Antiguo Testamento, sino que aún lo rige y explica en lo que atañe a nuestros deberes para con el prójimo.
Es necesario que aclare porque digo "rige"; este mandamiento es de amor, y el Señor en su conocido sermón en el monte dice: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas."(Mt 7:12) y por eso el apóstol Pablo explica en su carta a los romanos, en el capítulo 13 de tal epístola: "...el que ama al prójimo, ha cumplido la ley."(v.8) y también: "...así que el cumplimiento de la ley es el amor."(v.10).
Sin embargo, sucede que la ley ya decía —como se lee en el libro de Levítico capítulo 19 versículo18— "...amarás a tu prójimo como a ti mismo..." por tanto, la exhortación para que amemos al prójimo no es nueva; entonces ¿por qué se dice que el mandamiento del Señor Jesús es nuevo? es más, el mismo Señor dice que es nuevo, así vemos en la cita textual: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros."(Jn.13:34).
He aquí que descubro una pequeña gran diferencia: en lo expresado por la ley —y también en lo que expresan todos los principios que coinciden en la llamada "regla de oro"— el parámetro del amor al prójimo es uno mismo; en cambio, en el Nuevo Mandamiento el Señor Jesús nos da un parámetro superior, él no me dice que ame al prójimo como si el prójimo fuera yo mismo, él me dice que ame al prójimo como El, mi Señor, me ha amado.
Enemigo, extraviado, rebelde, cínico, incrédulo y muchas cosas más era yo, y en esa condición El me amó, me rescató de esa mala manera de vivir, y tal como dice en el Cantar de los Cantares: "Me llevó a la casa del banquete y su bandera sobre mi fue amor"(2:4).
Pienso en mi prójimo, a quien debo amar, y al ver su desprecio, al escuchar sus burlas y sus objeciones ¡oh, dolor! me veo a mi mismo, tal como era en otro tiempo; entonces, si tuviera que amarle como a mi mismo, tal vez sería demasiado estricto, tal vez le exigiría demasiado y lo quebrantaría o por el contrario: tal vez sería demasiado tolerante y permisivo y así también lo perdería...pero ¡Gracias a Dios, que debo amarle como mi Señor me amó! y al amar así no soy yo quién le ama sino que tan sólo soy un instrumento del Amor, Dios es Amor. ¡La gloria sea a El!
Recientemente hice un "descubrimiento", lo pongo así porque tal vez para una mente más avizora mi novedad no lo sea, o le parezca tan obvio que no merezca ese calificativo. Al leer el evangelio de S. Juan, en el capítulo 13, se encuentra ese precioso pasaje donde el Señor Jesús manda que nos amemos unos a otros; se conoce esta porción de la escritura —que va del versículo 31 al versículo 35 del capítulo citado— como "El Nuevo Mandamiento".
Al ser un mandamiento expresado por el mismo Señor y en el marco del Nuevo Testamento, tiene para mi una especial connotación, que me hace pensar en que este mandamiento nuevo no sólo se añade al conocido decálogo del Antiguo Testamento, sino que aún lo rige y explica en lo que atañe a nuestros deberes para con el prójimo.
Es necesario que aclare porque digo "rige"; este mandamiento es de amor, y el Señor en su conocido sermón en el monte dice: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas."(Mt 7:12) y por eso el apóstol Pablo explica en su carta a los romanos, en el capítulo 13 de tal epístola: "...el que ama al prójimo, ha cumplido la ley."(v.8) y también: "...así que el cumplimiento de la ley es el amor."(v.10).
Sin embargo, sucede que la ley ya decía —como se lee en el libro de Levítico capítulo 19 versículo18— "...amarás a tu prójimo como a ti mismo..." por tanto, la exhortación para que amemos al prójimo no es nueva; entonces ¿por qué se dice que el mandamiento del Señor Jesús es nuevo? es más, el mismo Señor dice que es nuevo, así vemos en la cita textual: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros."(Jn.13:34).
He aquí que descubro una pequeña gran diferencia: en lo expresado por la ley —y también en lo que expresan todos los principios que coinciden en la llamada "regla de oro"— el parámetro del amor al prójimo es uno mismo; en cambio, en el Nuevo Mandamiento el Señor Jesús nos da un parámetro superior, él no me dice que ame al prójimo como si el prójimo fuera yo mismo, él me dice que ame al prójimo como El, mi Señor, me ha amado.
Enemigo, extraviado, rebelde, cínico, incrédulo y muchas cosas más era yo, y en esa condición El me amó, me rescató de esa mala manera de vivir, y tal como dice en el Cantar de los Cantares: "Me llevó a la casa del banquete y su bandera sobre mi fue amor"(2:4).
Pienso en mi prójimo, a quien debo amar, y al ver su desprecio, al escuchar sus burlas y sus objeciones ¡oh, dolor! me veo a mi mismo, tal como era en otro tiempo; entonces, si tuviera que amarle como a mi mismo, tal vez sería demasiado estricto, tal vez le exigiría demasiado y lo quebrantaría o por el contrario: tal vez sería demasiado tolerante y permisivo y así también lo perdería...pero ¡Gracias a Dios, que debo amarle como mi Señor me amó! y al amar así no soy yo quién le ama sino que tan sólo soy un instrumento del Amor, Dios es Amor. ¡La gloria sea a El!